Martes, 10 Junio 2025 15:51

Cascos fríos: una opción poco conocida para conservar el cabello durante la quimioterapia

Especialistas del Hospital Universitario Austral explican cómo funcionan, cuándo se indican y qué eficacia tienen.

La caída del cabello es uno de los efectos más visibles —y, para muchas personas, más duros— del tratamiento oncológico. No se trata solo de estética: el pelo está íntimamente ligado a la identidad, al modo en que nos vemos y en que nos mostramos a los demás. Perderlo impacta en la forma en que uno se percibe y también en los vínculos sociales, en la rutina, en el ánimo con que se enfrenta cada día. Para muchas mujeres —aunque no exclusivamente—, la pregunta “¿se me va a caer el pelo?” aparece casi de inmediato, apenas se pronuncia la palabra quimioterapia.

La buena noticia es que no siempre la respuesta es afirmativa. Entre las opciones disponibles para prevenir la alopecia causada por la quimioterapia, una de las más efectivas —aunque poco difundida— son los cascos fríos. También llamados gorros de enfriamiento, se trata de dispositivos que se aplican antes, durante y después de la infusión de las drogas, y que enfrían de forma controlada el cuero cabelludo.

¿Cómo funcionan?

El frío provoca una vasoconstricción en los vasos sanguíneos del cuero cabelludo, es decir, hace que se contraigan. Al circular menos sangre por esa zona, llega una menor cantidad de droga al folículo piloso, que es la estructura que produce el pelo. De esta manera, se reduce el daño sobre esas células y se puede preservar el cabello sin interferir con la acción del tratamiento en el resto del cuerpo.

"El objetivo es justamente disminuir el flujo sanguíneo a los folículos pilosos a través de la vasoconstricción, disminuyendo así la absorción de la quimioterapia para proteger los folículos", explica el doctor Guillermo Córdoba, oncólogo del Hospital Universitario Austral.

Los primeros registros de esta técnica datan de los años 80, aunque en versiones rudimentarias. "Se usaban paños, bolsas de hielo o geles fríos colocados de forma manual", recuerda el especialista. En la actualidad, existen sistemas automatizados que mantienen una temperatura constante entre -4 y 4 °C mediante una malla conectada a una máquina. En el Hospital Universitario Austral, se utiliza este sistema con asistencia técnica. El protocolo es claro: el casco debe colocarse 30 minutos antes del inicio de la quimioterapia, usarse durante toda la infusión y mantenerse al menos una hora más una vez finalizada.

¿En qué casos se indican?

El uso de los cascos fríos está indicado para ciertos tipos de cáncer, principalmente el de mama, y para drogas específicas, como doxorrubicina, ciclofosfamida, paclitaxel o docetaxel, que suelen provocar la caída del cabello.

"No es para todos los casos. Por ejemplo, no se recomienda si hay riesgo de metástasis en el sistema nervioso central. Siempre se debe evaluar la indicación con el médico tratante", advierte el doctor Córdoba.

En cuanto a los resultados, si bien no se puede garantizar la conservación total del cabello, la experiencia muestra una eficacia alta.

"Lo que se evita es la alopecia completa. Puede haber pérdida de volumen, que el cabello quede más débil, pero muchas pacientes lo conservan en gran medida", detalla el experto.

El éxito del tratamiento también depende del seguimiento de ciertas pautas: evitar cepillados agresivos, espaciar los lavados y no usar secador, planchita ni fuentes de calor directo.

Aunque la mayoría de quienes utilizan esta tecnología son mujeres —en torno al 90%, según el doctor Córdoba—, también hay varones que recurren a los cascos fríos.

"Tuvimos varios pacientes hombres que los usaron y los resultados también fueron muy buenos", señala el oncólogo.

Una vida en movimiento

Durante mucho tiempo, la palabra “quimioterapia” fue casi sinónimo de interrupción: de trabajo, de rutina, de todo lo que no fuera curarse. Pero eso también está cambiando. Con tratamientos cada vez más personalizados y mejores herramientas para manejar los efectos adversos —náuseas, cansancio, caída del cabello—, muchos pacientes pueden hoy sostener su vida cotidiana con ciertos cuidados.

"Ya no es como antes. La idea no es suspender la vida, sino acompañar el tratamiento sin dejar de hacer. Salir a caminar, hacer deporte, seguir trabajando, usar barbijo en lugares cerrados si es necesario. Se puede llevar una vida activa mientras se transita la quimio", dice el doctor Córdoba.

En ese contexto, conservar el cabello puede marcar una diferencia. Va más allá de la mera estética: muchas personas viven ese gesto como una forma de continuidad, de sostener algo propio en medio del tratamiento.

"Cada paciente responde distinto, pero todo lo que ayude a atravesarlo con más bienestar es bienvenido", señala el médico.

En paralelo, otras iniciativas apuntan a acompañar desde lo emocional. ONGs como Luzca bien, siéntase mejor o Enlazadas ofrecen talleres de maquillaje pensados para personas en tratamiento, y existen redes solidarias —como Quimio con pelo— que comparten instrucciones para quienes eligen probar versiones caseras del casco, con geles fríos recambiables.

"Lo que buscamos es que cada paciente pueda atravesar este proceso con la mejor calidad de vida posible. Cuidar el cuerpo, la piel, la alimentación, la salud mental. Además de curar, importa acompañar, sostener, ofrecer herramientas. Por eso, si existe una manera de evitar la pérdida del pelo, es clave que podamos contarla”, cerró.

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