A lo largo de las últimas décadas, se ha conocido mucho más acerca del daño que la exposición a la radiación ultravioleta (RUV) provoca sobre la piel y la posibilidad de desarrollar cáncer de piel. En este contexto, cabe preguntarse ¿es importante hacerlo aún fuera de los meses de verano?
En 2009, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció que las RUV son carcinogénicas, es decir, existen datos que avalan la asociación de la RUV y el cáncer, ya sea proveniente del sol o de las camas solares. Además, se comprobó que favorece la aparición de lesiones precancerosas y nuevos lunares.
La Sociedad Argentina de Dermatología lleva años educando y concientizando a la población acerca de las medidas de protección a través de la Campaña Nacional de Prevención del Cáncer de Piel, que tendrá su vigésima sexta edición en noviembre de este año.
El Hospital Universitario Austral ha participado desde su creación en esta actividad de extensión hacia la comunidad, ofreciendo chequeos gratuitos de lunares y manchas de la piel.
En ella, se recuerda quiénes son los más sensibles y deben cuidarse más:
Bebés. Los menores de 1 año no se deben exponer de forma directa; a partir de los 6 meses se puede utilizar protección solar en zonas donde la ropa no pueda cubrir la piel.
Personas muy blancas, rubios y/o pelirrojos; aquellos que siempre se enrojecen y que nunca o casi nunca se broncean.
Quienes tienen muchos lunares.
Aquellos que tienen o han tenido cáncer de piel.
Personas con antecedentes familiares de cáncer de piel.
Todos los que que están en el grupo de riesgo no deben bajar la guardia. Es necesario evitar la quemadura solar -enrojecimiento-, y también la acumulación de daño en el tiempo.
Hay ciertas actividades y profesiones que están más expuestas en forma ocasional o crónicamente: profesores de educación física, deportistas en general, los chicos durante el horario de actividad física en los colegios, personas que trabajan en el campo y al aire libre.
La RUV favorece el cáncer de piel por la exposición aguda, intermitente, y por la exposición crónica, con acumulación de daño. En el primer caso, las personas se queman y se enrojecen cada vez que se exponen; son múltiples episodios.
Por otra parte, la exposición crónica envejece la piel; quienes la padecen tienen más arrugas y pronunciadas, y cambia el color de su piel -“manchas por el sol” y “manchas seniles”-.
Por estas razones, la protección es fundamental para evitar estas posibles consecuencias y se debe comenzar a edad temprana para adquirir el hábito.
La intensidad de la radiación es menor durante los meses de invierno. Sin embargo, en los que tienen piel más sensible, con historia personal o familiar de cáncer de piel y/o con muchos lunares, deberían protegerse.
También, las personas que se manchan la piel de la cara (y dorso de manos) fácilmente. Estos siempre deben utilizar un FPS (Factor de Protección Solar) de 30 o más. La reaplicación dependerá del tiempo expuesto, dado que los protectores tienen 2 horas de efectividad.
La mejor protección es el uso de ropa que cubra las zonas expuestas. Para aquellas superficies que no puedan ser cubiertas, es importante emplear protectores solares.
Con respecto al cuidado de niños, es preferible utilizar aquellos con filtros físicos (generalmente dejan la piel blanca) para evitar posibles reacciones alérgicas en sus pieles sensibles.
Durante el invierno es poco probable que haya una quemdaura, pero sí se acumula daño por la exposición crónica. Además, el clima frío, el uso del agua más caliente en el baño y la sequedad ambiental (natural o artificial por el uso de calefactores o aires acondicionados) pueden hacer que la piel pierda su humectación natural.
Por ello, es primordial reforzar la humectación diaria (mañana y noche) para compensar estos cambios que se producen.
La prevención es la única medida con que contamos para disminuir el daño sobre nuestra piel, para que envejezca menos y se disminuya el número de casos de cáncer de piel.
La educación continua, desde la comunidad dermatológica, ha tenido impacto en la conciencia de la población con la implementación de estas medidas de cuidado. Pero todavía hay mucho por hacer.
Por Dra. Ana de Pablo
Profesora adjunta de Dermatología de la Facultad de Ciencias Biomédicas (FCB) de la Universidad Austral y subjefa de Dermatología del Hospital Universitario Austral.