A un año de la muerte de una oficial de Policía que fue atropellada en Pilar por un automovilista borracho, su familia aún espera por justicia.
Se trata de Erika Perezlindo, quien el 19 de noviembre de 2017 se encontraba junto a otros compañeros organizando el tránsito en la Panamericana a la altura del Km 46. Ahí, minutos antes se habían producido dos colisiones y a Erika la habían solicitado para asistir en el ordenamiento vehicular.
Pero cuando su tarea ya casi estaba concluida, un automovilista, identificado como Gabriel González de 33 años, la embistió con su Volkswagen Golf. Ella quedó tendida en el asfalto junto a otro compañero que también sufrió heridas.
Mientras tanto, González intentó huir de la escena. Fue interceptado y se comprobó que estaba alcoholizado. Tenía 1,99 gramos de alcohol en la sangre.
La vida de la joven, en tanto, pendía de un hilo. Fue trasladada hacia un centro asistencial de la Ciudad de Buenos Aires en el que agonizó una semana. Sus heridas eran muy graves. Erika no se recuperó y falleció el 26 de noviembre del año pasado.
“Pasó un año, pero es como si fuera hoy”, dice a Pilar de Todos, Alejandra Valdéz su mamá y a quien hoy le toca pelear para lograr justicia para su hija.
Es que a los 15 días de haber atropellado a Erika, a González lo dejaron en libertad. La causa caratulada como homicidio culposo le permitió seguir con su vida tras el pago de una fianza.
“Los abogados me explicaron que esta persona no se levantó ese día con la intención de matar a mi hija. Pero sí tomó, sí estaba alcoholizado, sí evadió las barreras que se habían puesto y sí intentó escaparse dejándola abandonada. Mi hija, al momento de ser atropellada, ya se estaba yendo del lugar. No vio lo que estaba a punto de pasarle, no pudo reaccionar”, se lamenta Valdéz.
En ese contexto, la mujer señaló que la intención que persiguen es lograr el cambio de la caratula de la causa: de homicidio culposo a homicidio con dolo eventual.
“Me da miedo no lograrlo, pero a la vez tengo la fe y la esperanza de que la persona que la atropelló va a pagar por lo que hizo. Por ahora, todo está muy lento y me piden que tenga paciencia y espere”, dice la mujer.
Erika tenía dos hijas, de 8 y de 5 años, que actualmente viven con Alejandra. Decirles lo que había sucedido con su mamá, recuerda Alejandra, fue muy difícil.
“Yo fui cobarde. No me animé a decirles a mis nietas que su mamá había fallecido. Me ayudaron mis otros hijos y el papá. Las sentaron y les dijeron que su mamá se había ido al cielo”, recuerda la mamá de Erika.
Alejandra también se lamenta, dice que llegó a pedirle a Erika “que no haga tantas horas adicionales”, las que justamente estaba cumpliendo cuando la atropellaron.
“Me decía `Pero mamá, se vienen las fiestas y quiero poder comprarles regalos a las nenas`, eso fue lo último que escuché de ella”, recuerda.
Alejandra sabe que su vida no volverá a ser lo que era, que el camino que le toca recorrer para lograr justicia es duro y se transita de manera lenta, muy lenta.
“La persona que mató a Erika destrozó una familia. Me sacó un pedazo de mi corazón. Hoy, y todos los días, nos sentamos a la mesa y falta una de mis hijas. No estamos completos. Pero sé que tengo que tener la fuerza para sacarnos adelante”, se consuela.
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